Sin compromiso

9.8.11

Déjelo, señor juez, no lo moleste, ¿no ve que es enfermito? No puede estudiar. No puede, no puede. De chiquito se cayó del bus, de cabeza. El doctor dijo que nunca volvería a ser el mismo, y tenía razón. Por eso no terminó la secundaria, y, pensar meterlo a la universidad, hubiera sido una locura. Hay que disculparlo. No todos tienen la misma suerte. Ahora me ayuda en casa, trabaja, eso sí. Sólo de vez en cuando roba, a los clientes del hotel. Pero, seamos sinceros: ¿quién no roba? Yo también he robado, soy su madre, y debo hacerlo aunque no quiera, una madre es así. Todos roban, no soy la única. Por todo ello, no se le ocurra llevárselo. Para mí, aunque tenga ya cuarenta años, es un bebé. Además, si le ocurriera algo, si lo metieran a la cárcel, qué sería de mí, y de su mujercita, mi nuera, que tampoco no trabaja, es decir, sí trabaja, con él, en el hotel...


Pero además no se trata sólo de nosotras, se trata de mi nietecito, el Perico. Él que quiere tanto a su papá y que es igualito a él. Tampoco estudia. El año pasado estuvo en tercer grado y luego ya no quiso ir. Dice que le dolía la cabecita. La profesora lo trataba mal además, dice. Déjenos pues, señor juez. No sea malo. Mire, aquí le traiga un regalito. Tenga, sin compromiso.

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