El proceso de tomar decisiones - Jim Rohn

4.11.11

Cada vez que nos llega una nueva idea, nuestro subconsciente la mide y la pesa para determinar qué nivel de acción es necesario tomar respecto a ella. Aquellas ideas que quedan en lo alto de la escala, reciben nuestra inmediata atención; las que quedan en la parte baja, reciben mínima o ninguna atención. Cualquiera que sea el nivel de acción que determinemos correcto, la decisión final será tomada según nuestra filosofía.


Si no hemos sido capaces de reunir el conocimiento adecuado, o si hemos fallado en refinar o agregar al conocimiento que poseemos, entonces, un significativo número de nuestras decisiones nos alejarán del éxito antes de llevarnos hacia él. Si tenemos la inclinación de gastar mucho tiempo en pequeñas cosas, o mucho dinero en estas mismas cosas, entonces, será esencial que observemos más de cerca nuestro proceso de toma de decisiones.

El mundo está lleno de personas cuyas decisiones están destinadas a destruir sus oportunidades para el éxito. Aquellos que no trabajen desde una sólida filosofía, con frecuencia harán lo que no hubieran tenido que hacer, y no harán lo que hubieran debido hacer. Fallarán en establecer metas y prioridades. Vacilarán entre una decisión u otra. Sentirán que deben hacer algo, pero les faltará la disciplina para convertir esta conciencia mental en acción.

Todos los días están llenos de encrucijadas personales, momentos que nos llaman a tomar decisiones sobre pequeñas y grandes cosas. Es importante recordar que todas y cada una de estas elecciones que hagamos, en estos momentos de decisión, dibujan el camino que nos llevará a algún destino en el futuro.

La suma total de nuestras decisiones pasadas, son las que nos llevan a nuestras actuales circunstancias; las decisiones que tomemos hoy nos darán el premio o el arrepentimiento en el futuro.

Alternativas, elecciones, decisiones.

Cada una nos provee la oportunidad de determinar la calidad de nuestro futuro. Y cada una demanda que nos preparemos por adelantado, para la decisión que debe ser tomada.

En estos momentos de alternativas es cuando el conocimiento que hayamos adquirido, y la filosofía que venga de ese conocimiento, nos beneficiará o destruirá. Por esto es que es importante que nos estemos preparando permanentemente, para anticipar la confrontación con estas importantes alternativas. Únicamente, a través de una preparación mental consistente, podremos tomar sabias decisiones.

Lo que pensamos determina lo que creemos; lo que creemos influencia lo que decidimos; lo que decidimos influencia lo que somos y lo que somos atrae lo que tenemos. Si no estamos felices con lo que las decisiones del pasado nos llevaron a ser, entonces, el lugar para empezar es con nuestro proceso de pensamiento actual.
En la medida en que agregamos nuevos conocimientos, empezamos a refinar nuestra filosofía. En la medida en que nuestras creencias cambien, igualmente lo harán nuestras decisiones. Y en la medida en que tomemos mejores decisiones, vendrán mejores resultados.

El desarrollo de una sólida filosofía, nos prepara para tomar decisiones sólidas. Como un arquitecto, debemos aprender a visualizar en nuestras mentes el resultado que deseamos obtener, y luego, empezar a trabajar en la construcción de los cimientos para darle soporte a esa visión.

Una vez que la visión está claramente definida, y los cimientos firmemente establecidos, las decisiones para completar las estructuras serán sabias y fáciles de tomar.

La fórmula para el fracaso

El fracaso no es un único y desastroso evento. No fracasamos de un día para otro. El fracaso es el resultado inevitable de la acumulación de pensamientos y decisiones pobres.

Para ponerlo más simple, el fracaso no es más que errores de juicio repetidos todos los días ¿Por qué alguien va a cometer un error de juicio y ser tan tonto como para repetirlo todos los días? La respuesta es: porque esa persona no piensa que eso importa.

Por sí mismos, nuestros actos diarios no parecen tener importancia. Un pequeño descuido, una mala decisión, o el desperdicio de una hora, generalmente, no tienen un impacto medible e instantáneo. Con más frecuencia de la que creemos, escapamos a las consecuencias inmediatas de nuestros actos.

Si no nos molestamos en leer un solo libro durante los últimos noventa días, esta falta de disciplina no parece tener ningún impacto sobre nuestras vidas. Y como nada dramático nos ha pasado después de esos noventa días, repetimos el error en los siguientes noventa y así sucesivamente.

¿Por qué? Porque el asunto parece no importar. Y ahí es donde yace el gran peligro. Mucho peor que no leer libros es no darnos cuenta que ¡esto sí importa! Aquellos que no cuidan su dieta hoy, están contribuyendo a sus futuros problemas de salud; pero el placer del momento opaca las consecuencias hacia el futuro. No parece importar mucho. Los que fuman o beben mucho siguen haciendo esto año tras año... porque no parece que importe. Pero el dolor y el arrepentimiento de estos errores de juicio, solamente los estamos postergando para el futuro. Las consecuencias raramente son instantáneas; y en su lugar se van acumulando hasta el día en que finalmente nos cobrarán la cuenta, y tendremos que pagar por nuestro pobre criterio. Criterio que parecía no importar.

El atributo más peligroso del fracaso es su sutileza. A corto plazo, parece que estos pequeños errores, no significan ninguna diferencia. No parece que vayamos a fracasar. De hecho, la acumulación de estos errores puede ocurrir en épocas de gran gozo y prosperidad en nuestras vidas. Como nada terrible nos ha pasado, como no hay consecuencias inmediatas que llamen nuestra atención, simplemente, vamos a la deriva de un día a otro, repitiendo los errores, pensando de manera equivocada, escuchando las voces, y tomando las elecciones erróneas .

El cielo no se derrumbó sobre nosotros ayer, consecuentemente, lo que hicimos probablemente no era perjudicial. Como no tuvo consecuencias medibles, podemos repetir lo que hicimos sin problemas. ¡Pero deberíamos ser mucho más conscientes! Si cuando cometimos nuestro primer error de juicio, el cielo hubiera caído sobre nosotros, no cabe duda que hubiéramos tomado, inmediatamente, los pasos necesarios para asegurarnos de nunca jamás repetir esa acción.

Como el niño que puso sus manos sobre el fogón, a pesar de las advertencias de sus padres, hubiéramos tenido la experiencia inmediata que acompaña nuestro error de juicio. Desafortunadamente, el fracaso no nos advierte cómo lo hicieron una vez nuestros padres. Por esto es que es imperativo que refinemos nuestra filosofía, para que seamos capaces de tomar mejores decisiones.

Con una filosofía personal poderosa, guiando cada uno de nuestros pasos, estaremos más conscientes de nuestros errores de juicio, y de que ellos realmente importan.

La fórmula para el éxito

Igual que la fórmula del fracaso, la fórmula del éxito es fácil de seguir: Unas pocas disciplinas practicadas todos los días.

Una interesante pregunta que merece ser ponderada: ¿Cómo podemos cambiar los errores en la fórmula del fracaso, por las disciplinas requeridas en la fórmula del éxito?

La respuesta es: haciendo de nuestro futuro una parte importante de nuestra filosofía actual. Tanto el éxito como el fracaso involucran importantes consecuencias en el futuro, tales como las inevitables recompensas o el resultado de arrepentirnos de nuestras actividades pasadas. Si esto es cierto, ¿Por qué no hay más gente que se tome el tiempo de ponderar su futuro? La respuesta es simple: Están tan atrapados en su diario vivir, que no parece que importe.

Los problemas y las recompensas de hoy son tan absorbentes para algunos seres humanos, que nunca pueden hacer una pausa suficientemente larga para pensar en el mañana. Pero, ¿qué pasaría si desarrolláramos la disciplina de tomarnos unos minutos cada día para mirar más allá del presente? Desarrollaríamos la habilidad de anticipar las consecuencias que están a punto de ocurrir debido a nuestra conducta de hoy.

Armados con esta valiosa información, seríamos capaces de tomar las acciones necesarias, para cambiar nuestros errores por acciones orientadas al éxito. En otras palabras, disciplinándonos para anticipar el futuro, podríamos cambiar nuestros pensamientos, corregir nuestros errores y desarrollar nuevos hábitos que reemplacen los viejos.

Unas pocas disciplinas practicadas todos los días

Una de las cosas más interesantes de la fórmula del éxito es que los resultados son casi inmediatos. A medida que cambiamos voluntariamente los errores diarios por disciplinas diarias, experimentamos resultados positivos en un corto periodo de tiempo.

Cuando cambiamos nuestra dieta, nuestra salud mejora notablemente en unas pocas semanas. Cuando empezamos a hacer ejercicio, sentimos una nueva vitalidad casi inmediatamente. Cuando empezamos a leer, experimentamos una creciente conciencia y un nuevo nivel de auto confianza. Cualquier nueva disciplina que empecemos a practicar diariamente, producirá excitantes resultados que nos motivarán a ser aún mejores en desarrollar nuevas disciplinas.

La verdadera magia de las nuevas disciplinas es que ellas harán que corrijamos nuestro pensamiento. Si empezamos hoy a leer libros, llevar un diario, ir a clases, escuchar más y observar más, este sería el primer día de una nueva vida que nos llevará a un mejor futuro.

Si empezamos hoy a esforzarnos y a hacer un trabajo consciente y consistente, para cambiar los errores sutiles y fatales en disciplinas constructivas, nunca más nos conformaremos con una vida ordinaria... ¡no una vez que hayamos probado los frutos de una vida con sustancia!

Existe el tipo de personas que quieren hacernos creer que no necesitamos de disciplinas para cambiar nuestras vidas. Que lo que una persona necesita es un poquito de motivación. Pero, motivación no es la manera cómo la gente puede cambiar su vida. Para cambiar una vida, primero debemos cambiar nuestros hábitos de pensamiento. Si una persona es tonta y lo motivamos, únicamente tendremos un tonto motivado.

Para cambiar de lo que somos a lo que queremos ser, debemos empezar por esos aspectos básicos que afectan la forma en que pensamos. Podremos hacer grandes cambios en el curso de nuestras vidas, si destinamos más tiempo a esfuerzos conscientes para refinar nuestra filosofía. Lo interesante es que no tendremos que cambiar tanto, porque serán los resultados los que rápidamente nos cambiarán a nosotros.

Las disciplinas tienden a multiplicarse

Todas las disciplinas inciden en las demás. Toda nueva disciplina incide no solo en la que ya hayamos empezado a practicar, sino en aquellas que pronto adoptaremos. Todo influye sobre todo. Algunas cosas nos afectan más que otras, pero todo lo que hagamos afecta todo lo demás que estemos haciendo.

No pensarlo así es ingenuo. De ahí es de donde vienen esos pequeños y sutiles errores, de no saber el efecto que nuestros errores están teniendo, sobre un periodo largo en nuestras vidas. Hay una tendencia en cada uno de nosotros, a darnos licencia de continuar actos de indisciplina. Nos decimos a nosotros mismos: "Esto es lo único en lo que yo me permito ser débil." Pero este tipo de pensamiento es el comienzo del engaño, porque cada acto de indisciplina, tiende a abrir las compuertas que llevan a romper otros eslabones en la cadena de la disciplina personal.

La licencia que nos damos a nosotros mismos para ser vagos, aunque sea momentáneamente, fuera de las fronteras del autocontrol, establecen la sutil tendencia, que con el paso del tiempo, ocasiona la erosión de otras disciplinas que nos hayamos impuesto. Como cada disciplina incide en todas las otras, debemos ser muy cuidadosos con todas ellas. No nos podemos dar el lujo de ser indulgentes con ningún error, un día sí y otro no. Recuerde, la libertad que nos otorguemos para continuar con un error, tiene un efecto en todos nuestros otros hábitos, que al mismo tiempo, tienen efecto en nuestro futuro rendimiento.

Pero, aquí está el lado positivo. Cada nueva disciplina también afecta todas nuestras otras disciplinas. Y toda nueva disciplina que nos impongamos, afectará el resto de nuestro rendimiento personal. La clave es estar siempre buscando pequeñas disciplinas que puedan ayudar a refinar nuestro pensamiento, corregir nuestros errores y mejorar los resultados.

Debemos, continuamente, estar mirando aún los más insignificantes errores de juicio, que podamos convertir en nuevas disciplinas. Una vez que un ciclo de disciplina se inicia, nuestros errores empiezan a sentir el efecto, dejando tangibles recompensas en la medida en que se retiran rápidamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario