Escribir es un placer

31.3.12


Él mismo dice que siempre se recuerda leyendo. Siempre leyendo y escribiendo. Y asegura que leer y escribir para él fueron más que una obsesión, no ahora, en plena madurez, sino desde su misma infancia cuando escribía sus primeras líneas para el periódico del colegio que fundó cuando tenía nueve años; escribía cualquier cosa en cualquier cuaderno y así siempre, como cumpliendo una extraña rutina que sus mayores solo llegaron a entender mucho tiempo después cuando les dijo que quería ser escritor, profesión que, por cierto, para ellos no era profesión sino tonterías de bohemio.

Pero fuera lo uno o lo otro, Jorge Aristizábal Gáfaro sabe que su vida estará por siempre consagrada a la producción de textos.

Es un escritor dedicado, disciplinado, constante, serio, obsesivo con lo que hace, perfeccionista; escribe y corrige y vuelve a corregir y hasta se molesta con él mismo cuando una frase o una escena o un cuadro no salen como a él le gustaría que fuera, pero insiste, una y otra vez insiste, casi hasta el cansancio.

Y cuando no lo logra, prefiere dar una pequeña caminata por su habitación, abre la ventana, se despereza; a veces se toma un vodka y saca cualquier libro de sus autores favoritos, ya sea Kafka, Camus, Borges, Barthes, Easton Ellis…Y regresa a golpear en la puerta de la musa esquiva para lograr acabar de construir esa escena que no le funciona.

Y así como es disciplinado con la escritura, lo es con la lectura y con sus amigos. No es un amigo de a veces o de oportunidades. No. Se es amigo o no se es. Se es para siempre o para nunca; pero amigos los tibios no tienen campo en su alma, por eso muchas veces prefiere el silencio y la soledad y su copa de vodka.

¿Por qué decidiste volverte escritor?

La escritura es un placer, una vocación y una posibilidad de realización personal y profesional. Querer convertir en oficio lo que era un juego fue lo que me llevó a dedicarme a escribir. Cada día estoy más convencido de que debo mantenerlo así.

¿Qué es lo fascinante de escribir?

Descubrir que las personas son textos y que los textos son personas y que las catarsis que se producen al escribir textos, pueden vivirlas también quienes los leen.

¿Cuál fue tu primer intento con la literatura? 

Un relato muy agradecido que se llama “La Delación”, el cual fue incluido por el maestro René Rebetez en Contemporáneos del porvenir, la primera antología del cuento de ciencia ficción en Colombia (Espasa, 1998) y que aparece en Cuentos de Escalofrío (Panamericana, 2008), uno de mis libros favoritos. 

¿Cuáles fueron tus lecturas en tu adolescencia?

Cómics, muchos cómics (“El Santo”, “Batman”, “Tío Rico”, “Espía 15”, “Supermán”); radio (“La ley contra el hampa”, “Kalimán”, “Arandú”, Hebert Castro, “El código del terror”); cine (de enmascarados, de humor, de guerra, de espías, de Kung Fu) y, por supuesto, novelas (Salgari, Alejandro Dumas, Eduardo Caballero Calderón, García Márquez)…

¿Qué personajes de la literatura te cautivaron?

Athos, de Los tres mosqueteros; Raskolnikov, de Crimen y castigo, Julián Sorel, de Rojo y negro y, desde luego, Joseph K, de El proceso.

Tus primeros intentos fueron cuentos, ¿es más difícil empezar con novelas de largo aliento?

Como dije, los textos son personas. A veces, iniciar un affaire es tan difícil como trasegar con el amor de una vida. O sea que en la escritura, como en la guerra, no hay enemigo pequeño. Hay cuentos a los que les he dedicado años y es la hora que no he podido coronar…

¿Por qué espías y policías con tu más reciente novela?

A pesar del ejercicio difuso del poder propio de lo que se denomina sociedad de control, muchas de las tecnologías de la llamada sociedad disciplinaria no solo siguen existiendo, sino que se han sofisticado. Quizás hoy más que en ninguna otra época de la historia de la humanidad, el castigar está tan inextricablemente ligado al vigilar. Así, por ejemplo, lo sorprendente no es que el DAS hubiese chuzado las comunicaciones de los ciudadanos; lo sorprendente es que los ciudadanos hubiesen pensado que el DAS podía no haber chuzado sus comunicaciones.

¿Cómo surge tu libro de relatos publicado por Ediciones B?

Para quienes aún no lo conocen, se trata de un libro de cinco relatos que tienen en común tanto la extensión como la insania. El primero, “Grammatical psycho”, es la historia de un psicópata que corrige a las personas que hablan mal el español. El segundo, “La transcripción de la agonía”, es la venganza que un médico le aplica a su rival tras acusarlo de haber causado, en América Latina, la muerte de treinta millones de niños.

Sigue “La cruzada del niño”, una historia que en Colombia es leyenda urbana, pero que en Estados Unidos puso a un médico en la cárcel por forzar a crecer como mujer a quien había nacido hombre. “Lutero en Cartagena” nos devuelve al infierno de cuando tuvimos que escribir la tesis para graduarnos. Y, finalmente, “Massive killer”, relato en que un perfilador del FBI, tras analizar las acciones de Hermógenes Maza durante la Guerra de Independencia, concluye que si EUA es tierra de asesinos seriales, Colombia lo es de asesinos masivos. Repito, es un libro sobre la demencia que surge al combinar las noticias sobre nuestra realidad, mis lecturas sobre la cultura contemporánea y el complejo estado anímico que vivía en aquel momento.

¿Por qué escogiste un título en inglés?

El libro lleva el título del primero de los cinco relatos: Grammatical psycho. Y lo escogí, básicamente, por razones de provocación. Si Miguel Rufino Bello, el protagonista, ha llegado a la psicosis por su devoción a la lengua castellana, titular su obra en inglés era una forma de venganza, una manera de lograr algo de justicia poética.

¿Tienes pensado publicar pronto otra novela?

Sí. Un proyecto que inicié en 2005 y que espero concluir a mitad de año.

¿Cuáles han sido las más recientes obras que has leído?

El genio de Dieter Eisfeld; Life de Keith Richards con James Fox; y Borderlands/La frontera de Gloria Anzaldúa.

Fuente: el espectador

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