Escribir como medio de vida y escribir por afición

1.8.14

La concepción que tenemos sobre escribir por afición es peligrosa desde un punto de vista profesional


Algunas personas nos ganamos la vida escribiendo. No escribimos libros porque, en realidad, pocas son las personas que puedan vivir escribiendo libros en España, sobre todo teniendo en cuenta las bajas regalías que perciben los autores por las ventas de sus libros (en torno al 8 - 10% por la venta de cada ejemplar) y el hecho de que cada año disminuyen las ventas de libros en nuestro país. Lo que escribimos son, casi siempre, contenidos web. Textos para Internet. Esto incluye: artículos en medios digitales (como este), artículos para blogs de empresas, texto para páginas web, textos para guías de todo tipo, descripciones de productos, cartas comerciales, boletines, etc.

Para ganarse la vida escribiendo es necesario cobrar dinero por lo que se escribe. Además, este dinero ha de ser suficiente como para cubrir los gastos que conlleva vivir: el alquiler, la luz, el agua, la comida, la ropa, etc. Y, por supuesto, ha de cubrir los gastos que conlleva la actividad con la que uno se gana la vida. En este caso: Internet, mantenimiento del PC, luz, etc.

Para escribir un texto por el que se va a cobrar un precio, hace falta tiempo y trabajo. Las personas que nos dedicamos a escribir no poseemos una varita mágica que genera textos de 350 - 500 palabras. Es por ello que la expresión: "solo es un texto de 400 palabras" es, cuanto menos, insultante.

Además del trabajo y el tiempo que conlleva la creación del texto, también hay que tener en cuenta la formación que hay detrás del autor del mismo, la cual le permite crear un texto de calidad. La mayoría de los que nos dedicamos a esto, somos periodistas, filósofos, filólogos, historiadores, etc. Todos, desde que tenemos uso de razón, hemos trabajado con textos y palabras. Entre redacciones, resúmenes, copiados, dictados, ensayos, traducciones, respuestas a exámenes, comentarios de texto, etc. hemos acumulado una experiencia con textos y unos conocimientos lingüísticos que valen su peso en oro.

Aparte de las personas que escribimos profesionalmente, existen personas que escriben por afición. Las personas que escriben por afición pueden cobrar por ello o no. El tema de los aficionados es complicado. Estos ven la escritura desde otra perspectiva: escriben por amor al arte. Esto es muy loable, por supuesto. Sin embargo, se corre el riesgo de que el trabajo profesional sea infravalorado. Las razones para esta infravaloración son diversas y veremos a continuación algunas de ellas.

A la primera de todas hemos apuntado ya. Se trata de la equivocada concepción que hay acerca de la escritura, en particular, y de las artes en general. Se piensa, equivocadamente, que el escritor o el pintor o el escultor o el músico, sobre todo estos, funcionan meramente por inspiración y genialidad. Esta idea puede llegar a tan grotesco extremo, que el paso por la academia llega a ser despreciado. Craso error. Si bien es cierto que existen personas con talento, si estas personas escriben o pintan o esculpen o tocan un instrumento es porque han adquirido cierta formación, aunque fuera del ámbito académico. Es más, lo más probable es que la mayoría de las personas con talento vengan del ámbito académico o hayan pasado por él. En cualquier caso, con formación académica o sin ella, un redactor o un escritor es mano de obra cualificada, con independencia de cómo haya llegado uno a estar cualificado para hacer tal cosa.

La segunda es la autoconcepción del escritor aficionado, muy relacionada con la anterior. Él escribe por placer y cuando alguien le ofrece escribir en su blog, revista, página web, foro, etc. acepta encantado. Le da igual no cobrar por ello, simplemente se conforma con escribir, dar a conocer su opinión, que lo lean y que comenten lo que escribe. Eso es muy loable. Sin embargo, cuando hay una compensación económica surge el falso concepto sobre la actividad de escribir y sobre uno mismo, en el caso del aficionado a la escritura.

El aficionado a la escritura piensa, cuando le pagan por un texto, que le están haciendo un doble favor: publican su texto y, además le pagan por ello. En definitiva, le pagan por hacer lo que le gusta. El hecho de que llegar a escribir un texto de calidad le ha costado un trabajo, además de una formación, en la academia o "en la escuela de la vida", queda enterrado, ocultado en una pericia innata en el talentoso y en la visita regular de una musa que lo inspira. Esta visión romántica del asunto es, aparte de errónea, dañina desde un punto de vista profesional.

(Tú, aficionado a la escritura, si escribes un buen texto, no es porque te visite una musa o porque tu talento innato funcione como una varita mágica. Más bien, tu afición te ha llevado, con toda seguridad, a pulir tu pericia, a expresarte mejor y con estilo. Habrás leído, escrito, asistido a talleres de escritura, tendrás un blog, etc. Es decir, tienes formación y entrenamiento, aunque no hayas ido a la academia.)

La tercera de las razones es que el escritor aficionado tiene otro trabajo. En efecto, quien escribe por afición dedica su tiempo libre a ello. Esto quiere decir que su sustento no depende de lo que escribe, sino de alguna otra actividad. Por ello no le importa que el precio que le paguen por sus textos sea poco o ninguno.

Puesto que al escritor aficionado no le importa el precio, está dispuesto a hacer un trabajo similar al profesional a un precio más bajo. Por otra parte, al poseer una formación no reglada, autodidacta casi siempre, la formación en general, se infravalora. Se llega a decir que cualquiera puede escribir un texto bien escrito, lo cual es falso y produce una bajada del precio del trabajo. Es loable que uno escriba por afición y que le paguen por ello. Pero lo que es inadmisible, y perjudicial para los profesionales, es que se esté dispuesto a cobrar por un trabajo un precio inferior a su coste, por más que "solo sean 400 palabras".

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Vía | http://es.blastingnews.com/

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