Jéssica

26.7.11

—¿Por qué te pusiste ese nombre?
—Porque sí.
—Vamos, no seas tonta. Dime por qué.
—No sé, no sé. No me molestes.
—Claro que lo sabes. Anda, dimelo.
—Es que...
—¿Sí?
—Mi nombre... me parece... horrible.
—¿Horrible? ¿Horrible, dices?
—Sí. Odio a mi madre por habérmelo puesto. Rina, Rina. ¡Qué asco! Suena a... no sé qué...
—No. No. Feo no. Extraño... poco común, nada más. Además, eso qué importa. Tú sí eres bonita. Y mucho.
—Tampoco soy bonita.
—Claro que sí. ¿No te das cuenta? ¡Todos los hombres quisieran estar contigo!
—¿Y entonces por qué Elías ni siquiera me ha hablado esta tarde?
—Ya olvídate de él. No es el único. Puedes fijarte en... en mí. Ya te dije un montón de veces que te amo.
—Y yo ya te dije que yo no.
—Pero ¿por qué? ¿Qué tiene Elías que no tenga yo? ¿Ah? Dime.
—¡Suétame¡ ¡No me toques!
—Está bien, está bien. Cálmate. Sólo quería darte ánimos... para que no pienses en tu nombre, y en ese idiota.
—Nunca voy a dejar de pensar en él. Lo amo. Aunque sea un hijo de su madre. Aunque me desprecie. Yo... lo amo.
—No llores... bueno... en fin... llora si quieres.
—Oh, Juan, qué desgraciada soy. Yo que me había hecho tantas ilusiones. Al principio, al principio me dijo que sí. Me aceptó. Sólo puso una condición, una condición tonta. Me dijo que me cambiara de nombre. No le gustaba Rina. Claro que a mí tampoco. Me sugirió que me pusiera uno bonito. Dijo que Jéssica me quedaría bien, y yo me lo puse. Oh...
—Eso, así, recuéstate en mi hombro, linda. Llora, desfógate. Verás que dentro de poco estarás mejor. Así.
—¿Puedo abrazarte?
—Por supuesto. Abrázame.
—Gracias. Qué comprensivo eres. Ojalá él fuera como tú.
—Pégate a mí. Eso es. Estás temblando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario