Nació en México, D.F., en 1948. Desde hace más de veinte años imparte talleres literarios. Su obra es abundante y variada. Ha recibido cuantiosos premios por su obra a nivel nacional e internacional.
¿Por qué escribes?
En principio, yo me pienso como artista. A partir de ahí, en mi juventud, intenté la música y las artes plásticas, hasta que me decidí por la escritura. Yo heredé la fuerza creativa de mi padre, que fue músico y compositor. Pienso que soy artista y que escribo para devolverle al mundo parte de lo que ese mundo me ha dado a carretadas.
¿Para quién escribes?
No escribo para nadie en específico, pero entiendo bien que cuando el texto se va escribiendo él ya va buscando a sus lectores. Soy consciente de que cuando escribo no debo meterme en el territorio del lector, es decir entre texto y lector existe una una frontera invisible que el escritor debe respetar. Me refiero a no escribir cosas que el lector va a deducir por sí mismo, sin ayuda del texto.
Para ti, ¿escribir es una profesión, un oficio o una afición?
Es una combinación del oficio y el profesionalismo. En lo que se refiere al oficio, necesito trabajar los textos como si fueran un objeto artesanal, pero para potenciar la fuerza expresiva del escrito necesito estar al día, profesionalmente, de lo que se está escribiendo en el mundo con el fin de acercarme a mayores y novedosos recursos literarios.
¿Cómo relacionas la escritura con la lectura?
Aunque se dan casos de escritores naturales (en el sentido de que no han leído), es ineludible no sólo aprender a escribir leyendo, sino también analizar a profundidad las obras que lees para recoger de ellas el mejor aprendizaje para la futura escritura.
Al escribir, ¿piensas en el lector?
No. Pienso en que el texto me salga lo mejor posible, que se parezca lo más posible a sí mismo; es decir entender sus mandatos dramáticos y adecuarlos lo mejor posible al texto mismo.
¿Tienes algún método para escribir?
Escribo de manera irreflexiva porque entiendo que los textos se prefiguran dentro de uno y lo importante es hacer contacto con ellos. El escritor cubano José Lezama Lima decía que el escritor anda vagando en silencio, sin escribir, hasta que en un momento dado se topa con lo que él llamó "dinámica oscura", la cual se encuentra dentro del escritor. La ventaja de esta dinámica oscura, según Lezama, es que cuando entras en contacto con ella, encuentras ya un universo de lenguaje, las imágenes y las formas literarias, todo prefigurado. Al momento de la escritura en sentido estricto yo le llamo figuración. En cuanto tengo la primera versión del texto, lo leo y veo sus fallas, y lo rescribo de inmediato. Luego lo dejo descansar un par de meses, con lo cual tomo distancia emotiva de él y lo vuelvo a rescribir. Hay textos que requieren más de tres rescrituras.
Para escribir, ¿tienes algún horario o rutina?
Puedo escribir a cualquier hora del día, pero por razones laborales no me queda de otra que escribir por las noches. En el momento de escribir, me abstraigo del mundo, así que a mi lado dos personas se pueden estar liando a golpes y yo no me doy cuenta; estoy viviendo el texto.
¿Haces manuscritos o trabajas en computadora?
Antes escribía en libretas, pero cuando aparecieron las computadoras las adopté. En la actualidad, no puedo escribir más que en computadora. Para las correcciones son una maravilla.
¿A quién se parecen los personajes de tus textos?
A ellos mismos. Bueno, a veces, tomo modelos de la realidad.
¿Hay algún episodio o persona de la vida real que tuviste que escribir sobre éste?
Sí. Tengo en cuento que se titula "Oh, aquella mujer", la cual lleva por sobrenombre La Mujer Mamazota. Era una secretaria que trabajaba enfrente de mí, hasta que me convencí de que debía hacerle un cuento.
¿Escribir es una forma de conocimiento?
Así es. Yo entiendo la escritura como un sondeo en la existencia, es un proceso de indagación.
¿Crees en la inspiración?
No, porque los textos se prefiguran dentro del escritor como decía Lezama. Cero que el escritor es un cazador de maravillas que habitan dentro de él. Lo que es importante es darte cuenta cuándo un tema es bueno para escribirse y cuándo no.
Algunos afirman que escribir es doloroso, ¿lo es para ti?
En mi primera época, la escritura era muy angustiante para mí. Después descubrí que me sentía culpable escribiendo porque mi familia se había opuesto a que yo escribiera (querían que fuera comerciante). Cuando me di cuenta de este sentimiento de culpabilidad, cambié mi manera de sentir y, hoy en día, cuando escribo es un placer, un juego.
¿Cuándo descubriste que eras escritor? ¿Cómo escribiste tus primeros textos?
Desde los catorce años yo escribía canciones. Luego de la temporada de artes plásticas y trompeta, retomé aquella escritura y empecé a escribir poemas muy largos, que en realidad contenían una anécdota, una historia, medio épicos, y entonces decidí pasarlos, traducirlos, a prosa narrativa y de ahí surgieron mis primeros cuentos. Pero sólo me acepté como escritor hasta después de mi tercer libro, debido a la culpa que cargaba.
¿Cuáles han sido o son tus grandes problemas en la escritura?
En los años setenta, los escritores del boom agotaron todas las técnicas de escritura. De pronto me vi sin recursos literarios novedosos. Pero se me ocurrió que acudiendo a las formas de la música, la danza-teatro y el cine, podía traducir dichas formas a la escritura. De esa manera he ido resolviendo ese gran problema.
¿Te ha sido fácil dominar la gramática?
Para nada. Cuando empecé a escribir, lo hacía con faltas de ortografía y de sintaxis. Mi exmujer era la que me corregía los textos. Pero luego me vi en la necesidad de estudiar la gramática de Henríquez Ureña y otros libros de estilística.
Cuando estás en el proceso de escribir, ¿te retroalimenta la lectura de otros autores?
Desde luego. Hay libros que cuando vas a la mitad de ellos, ya te arden las manos por ir a escribir tus textos. Me ha sucedido con Cortázar, Gombrowicz, Arlt, Girondo, Sabines, entre otros más.
Una vez que tu texto está terminado, ¿lo revisas?, ¿se lo das a leer a otros? ¿Qué piensas de la autocorrección?
Autocorrijo mucho. Cuando termino un libro, se lo doy a leer a tres amigos y luego incorporo la mayoría de sus sugerencias, aunque ha habido veces en que no doy a leer nada. Algo importante para mí es escuchar los textos que escribo por voz de otra persona. Yo no publico ningún libro si no he tenido un control estricto sobre cada sílaba del mismo.
¿Cuál crees que sea la utilidad de los talleres de escritura?
Debido a que un Kafka o Joyce no se dan en racimos, los talleres literarios son un perfecto mecanismo para que el escritor joven pueda potenciar su escritura, pues dentro de un taller te das cuenta de tus aciertos y de tus errores. De alguna manera, tu texto se transforma en una suerte de texto colectivo. Como dice el lugar común: dos cabezas piensan más que una.
Si estuvieras en una isla desierta, ¿qué libro te gustaría que te acompañara?
Las mil y una noches
¿Qué opinas de la relectura?
Es muy importante porque después de unos diez años te das cuenta no sólo qué autor que te gustaba ya no te gusta, sino también qué influencias literarias y de vida tuviste de ellos. Entonces, puedes corregir el camino de la escritura y de la existencia.
¿Cuál es tu experiencia más afortunada con la escritura?, ¿cuál es la más desafortunada?
La afortunada es escribir cuentos que nunca te imaginabas que iban a ser lo más antologados y traducidos. La desafortunada, son los textos abortados porque perdiste tiempo.
¿Nos quisieras hablar libremente de tu obra? ¿Qué libros escritos por ti son tus favoritos y por qué?
En general, mis libros son como mis hijos y, como tales, los quiero a todos. Aunque tengo debilidad por una novela que se titula Ventriloquía inalámbrica (Grupo Editorial Océno-México) que me llevó diez años escribirla y que no ha sido del todo bien comprendida.
¿Deseas agregar algo a esta entrevista, o dar un mensaje a los jóvenes?
A los jóvenes les quiero recomendar que sean aliados de la cultura y el arte. La razón se debe a que estos ámbitos no sólo los hacen crecer espiritual y emocionalmente, sino porque les ayudan a sublimar sus problemas, a hacer catarsis de situaciones muy íntimas. Si la sociedad fuera perfecta y armónica, viviríamos, por decirlo así, ya de manera estética. Pero da la casualidad que vivimos en sociedades enfermas, que nos dañan. El arte y la cultura son un alivio, una medicina.
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