Se dedica a la docencia en una universidad de Estados Unidos, pero cada mañana se levanta decidido a escribir “al menos una buena página”, porque además de impartir clases y ejercer como crítico de literatura, escribe poemas y cuentos.
Nicasio Urbina Guerrero nació por casualidad en Argentina, donde sus padres nicaragüenses estaban exiliados. Tiene 54 años de edad y desde pequeño vivió en medio de las disputas políticas tradicionales de Nicaragua. Su abuelo, Lorenzo Guerrero, era un político granadino vinculado con el régimen de los Somoza. En cambio, su papá Guillermo Urbina era antisomocista.
Nicasio Urbina, doctor en Literatura Latinoamericana, dirige el Departamento de Lenguas y Literaturas Románicas de la Universidad de Cincinnati.
Son cuentos desarrollados mayormente en Granada y Managua, reflejan situaciones humanas de la vida cotidiana, problemas económicos, emocionales, de dependencia, deseo, infidelidades, cosas que hacen que se complique la vida diaria de las personas. Muchos de los cuentos, recogidos en el libro “Caminar es malo para la salud”, tienen relación con Granada y Managua. Es un esfuerzo por historiar el espacio urbano de las ciudades, los personajes caminan por la calle La Calzada, se mueven en la Calle Real, el Parque Central, pero no es una Granada real, no trato de describirla como es sino como me gustaría que fuera.
¿Cuáles son sus primeros recuerdos de la lectura?
Los cuentos infantiles que leía. Los primeros libros que me impresionaron fueron las novelas de Julio Verne en versiones infantiles o juveniles, “Viaje al centro de la Tierra”. Estas novelas son maravillosas, visionarias, con profesionalismo e imaginación enorme. Luego una serie de libros de corte filosófico-existencialista, como “El Principito”, “Juan Salvador Gaviota”, que me enseñaban una filosofía de vida y me ayudaban a buscar la felicidad y que sigo releyendo con cariño; además de tres libros muy fuertes de Herman Hesse, “Demian”, “Siddhartha” y “El lobo estepario”, que son unas obras intensas, dramáticas y con una gran calidad literaria.
Ha escrito poemas y ha escrito cuentos. ¿Qué prefiere ser, poeta o narrador?
Me gustan las dos cosas porque cumplen diferentes funciones en mi vida de escritor. La poesía es intimista, es personal, uno habla de su yo lírico, de las situaciones que uno vive y que al relacionarse con otras personas le sirve en su vida. La narrativa es una forma de recrear un mundo más completo, poder ponerle colores, sonidos, música y acciones a las cosas, la poesía y la narrativa cumplen funciones distintas. Una tercera dimensión de mi trabajo es la crítica literaria y el ensayo, eso ya es un trabajo más racional, donde se piensa y se analiza mas fríamente, los sentimientos no tienen mucho protagonismo.
¿Cómo se define mejor, como escritor de ficción o como crítico literario?
El papel de crítico literario es lo que hago en la universidad, en mis clases, en mis conferencias y libros, pero la escritura creativa, tanto la poesía como la narrativa, forman parte importante de mi carrera, me sentiría incompleto si no tuviera la oportunidad de cultivar esos géneros.
¿Por qué admira a César Vallejo? ¿Qué le enseñó?
Vallejo es uno de los poetas más grandes de América Latina, fue el que de cierta forma liberó a la poesía de todos los adornos y el bagaje que había adquirido con el romanticismo y modernismo, la desnudó y escribió los poemas más bellos, sencillos y profundos de la poesía hispanoamericana. Primeramente, lo que me ha enseñado es que el poeta tiene que estar explorando y buscando nuevas formas de expresión y no quedarse con el estilo que ha logrado dominar, porque se “duerme en los laureles”; y, segundo, uno tiene que expresar sus pesares, dolores y sentimientos, porque ese es el material más importante que aportamos. La forma, la elegancia, la belleza con la que se exprese es muy importante, pero si no hay sustancia será una obra vacía y carente de significado.
Un mensaje a los jóvenes poetas nicaragüenses.
Nicaragua tiene una serie de movimientos literarios interesantes, gente joven que se esfuerza por trabajar y producir una literatura vibrante. Les aconsejo que lean, que trabajen con mucho ahínco y estén siempre con la tradición literaria. Es difícil inventar algo nuevo, a veces lo que hacemos es replantear y reconstruir lo que antes se hizo. Si no conocemos la tradición literaria, podemos reescribir el mismo drama con otro nombre y otra situación. El gran escritor es el que recibe la tradición y la devuelve mejorada.
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