Toda buena novela debe poseer un punto ciego

28.1.13

Javier Cercas va conversando rápido, trayendo las palabras una tras otra. Solo hay una manera de describirlo: la literatura lo emociona y él tiene algo que decir.

En el Hay Festival estuvo conversando de su libro más reciente, Las leyes de la frontera. También de las letras, de sus temas, de sus ideas sobre la novela.


Usted tiene una teoría, la del punto ciego. ¿De qué se trata?
“Esto es una idea que había empezado a elaborar hace tiempo y llevo mucho tiempo dándole vueltas y que parte de mi experiencia personal. Hoy estaba desayunando con Vargas Llosa y me volvió a preguntar y creo que voy a escribir un libro o ensayo sobre el asunto. Porque en parte empecé a formularlo cuando escribí un ensayo sobre La ciudad y los perros. La idea es que en toda gran novela hay un punto ciego, es decir, un punto a través del cual no se ve nada, pero ese no ver nada es precisamente el modo que la novela tiene de ver. Ese silencio es lo que hace elocuente a la novela”.

¿Un ejemplo?
“El primer gran punto ciego está en El Quijote, es decir, don quijote está totalmente loco, de sanatorio, enfermo, pero al mismo tiempo es el hombre más lúcido y con la cabeza más clara del universo. Eso es un punto ciego. Esa es una ambigüedad esencial que no puede resolverse y en la cual radica el corazón de la novela. Toda novela parte de una pregunta. La novela es la búsqueda de una respuesta a esa pregunta y cuando llegamos al final del libro, no hay respuesta. La respuesta es la propia pregunta, el propio libro, la propia búsqueda de una respuesta. Las novelas no ofrecen respuestas claras, inequívocas, taxativas, como si ofrece la ciencia, la historia, el periodismo. El ejemplo más claro es el de Kafka. De qué acusan a K. No lo sabemos y ese es corazón de El Proceso. Todo lo que la novela tiene que decir está ahí y no lo sabemos”.

¿Cómo funciona en sus novelas?
“Todas mis novelas funcionan así. Por eso esta teoría nace de mi experiencia personal. En algunos casos es muy evidente. En Soldados de Salamina la pregunta del libro es por qué un soldado republicano al final de la guerra civil, salva a un fascista. Al final no sabemos ni quién es el soldado, ni por qué salva al fascista. Anatomía de un instante es igual. Por qué Adolfo Suárez se quedó sentado en su sitio en vez de tirarse al suelo y todo el libro es una búsqueda a esa pregunta y al final no hay una respuesta”.

Vargas Llosa, en una de las conversaciones del Hay, habló del punto ciego y luego añadió que lo que piensa al autor es igual de válido a lo que le queda al autor después de leer…

“Eso es cierto. El lector es la otra mitad del libro. La primera mitad la ponemos los escritores, pero la otra mitad, el lector. Un libro es una partitura y es el lector que la interpreta. No todas las interpretaciones son igual de válidas. Las hay mejores y peores. Un libro sin lectores no es un libro, es solo un montón de letra impresa. Es el lector el que da vida”.

¿Cuando se dice que Cercas se ha obsesionado con España, su interés es entender esas cosas que pasan allí?
“Últimamente me he hecho preguntas que atañen a lo colectivo, pero no constantemente. Yo soy un escritor que mis libros están últimamente muy arraigados en una circunstancia geográfica e histórica concreta, pero eso no significa que sean libros locales. La literatura es lo que convierte en universal lo local. En Laponia entienden muy bien a un señor que vivía en La Mancha porque Cervantes consiguió con ese señor de un poblachón de La Mancha, tan local, infinitamente local, decir cosas que nos atañen a todos. García Márquez hablando de un pueblecito minúsculo y además inventado consigue contar las esperanzas de todo el mundo. En eso consiste la literatura. Partir de lo más local, arraigado, para decir cosas que atañen a todo el mundo”.

¿En ese sentido, la literatura nos dice que aunque nos separen distancias, somos muy parecidos?
“Sí, así es. Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Somos bichitos humanos. La gran literatura dice eso: que sí, nos separan muchas cosas, aquí hace calor, en el otro sitio hace frío, aquí se come ceviche, en el otro sitio tortilla de patatas, pero eso es anecdótico. Es muchísimo más lo que nos une”

Ser novelista, dijo alguna vez, es meterse en la piel de todo el mundo. ¿Eso qué significa?
“Intentar entender la infinita complejidad de la realidad de los seres humanos. Intentar entender también lo más monstruoso, los asesinos, los locos. Ahí también, llegar hasta ahí. Eso creo que es fundamental, la empatía. Entender incluso a Hittler. Entender no significa justificar. La única manera de que Hittler no se repita es conseguir entender el mecanismo de ese individuo tan infinitamente perverso, casi diabólico. Creo que eso es indispensable para un escritor y creo que es una de las maravillas de la literatura: que nos pone en la piel de otros, de gente muy distinta. Nos ensancha, nos hace más complejos, y hace más compleja la vida”.

También hay mucho de autobiográfico…
“Todas las novelas son autobiográficas. Vargas Llosa dice una cosa muy graciosa y muy exacta y es que una novela es un streap tease al revés. La señorita o el caballero sale desnudo al escenario y se va poniendo la ropa interior, la ropa exterior, hasta que al final queda irreconocible. Eso es escribir una novela. Uno parte de su propia experiencia en bruto, de lo que ha ocurrido, lo que ha soñado, lo que le hubiera gustado que le ocurriera, de lo que ha imaginado y a través de la forma, de las palabras, de la estructura, va encubriendo eso, enmascarándolo, hasta que al final resulta irreconocible, pero la materia bruta está ahí dentro. Al fin y al cabo, como decía Unamuno, yo escribo de mi mismo porque es lo que más cerca me pilla (risas)”.

Anatomía de un instante es una historia de no ficción. Su novela más reciente, Las leyes de la frontera, es una historia de ficción. ¿Lo que pasa es que literatura e historia están íntimamente ligadas en usted?
“Anatomía, en el fondo, es una novela muy rara. Una novela sin ficción, pero una novela, y es literatura. Es una novela muy rara, porque es novela y también ensayo y crónica y una serie de biografías. En mis libros juego en el borde de los géneros. Estoy seguro que la novela, como género, permite jugar con ellos, combinarlos. La historia de la novela se puede contar como la historia de cómo la novela se va apropiando como un monstruoso animal omnívoro de todo lo que encuentra a su alrededor y creo que eso me gusta, me interesa, me parece que asegura el futuro de la novela. Ella no se puede conformar con ser lo que ya ha sido. Tiene que ser otras cosas y puede serlo. Es un género infinitamente versátil”.

Vía | elcolombiano.com

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