Mónica Lavín. Leo, luego escribo

21.7.13

Escribir es como besar, pero sin labios. Escribir es besar con la mente" Daniel Glattauer


Hablar de la autora de Yo, la Peor, es opinar acerca del talento narrativo de una escritora que no solamente merece haber obtenido por este trabajo el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska, sino que ha construido además, una bisagra didáctica para todos aquellos que se dedican a promover la escritura de cuentos en México.

Leo, luego escribo es un ensayo que se ha convertido en un punto de referencia para profesores, promotores de la lectura, personas que desean escribir por su cuenta y hasta para quienes sólo quieren conocer un poco más acerca de este género literario que recupera su potencial en manos de Lavín.

Desde el título, se aprecia la ambiciosa intención. Lavín no se conforma con que leamos cuentos, también nos inspira a escribirlos de la mano de El beso de Chéjov, identificando un estilo narrativo que se identifica fácilmente con las personas comunes y corrientes. Las atmósferas chejovianas, entrelazadas con la psique de los protagonistas, son espacios físicos, tangibles, atemporales que analizados por el lector de la mano de Lavín producen un efecto irremediable: el deseo de escribir un cuento propio.

Analizar a Chéjov a la luz de las reflexiones de este ensayo es comprender la trama y la urdimbre narrativa de este género literario ¿Por qué es importante que la primavera sea la estación del cuento de Chéjov? ¿qué tiene eso que ver con el color de los ropajes, el ánimo de los personajes o las emociones que estos demuestran?



¿Cómo puede un beso que no era para él, transformar a un hombre que se siente aligerado por ese estado adulterado de la conciencia llamado enamoramiento?

Chéjov, el médico que escribe inspira a ser “Juan, el profesor que cuenta historias” o “Sonia, la ama de casa que escribe cuentos”. Ese es uno de los muchos aportes del ensayo de Lavín y también quizá una clave de la inspiración a escribir.

Tres rosas amarillas de Raymond Carver es también una aportación exógena a Leo, luego escribo, sugerido por la autora para comprender mejor a Chéjov, sin embargo esto es sólo el comienzo.


Para comprender el poder del cuento, la autora acude al mejor, echando mano de las recomendaciones de Julio Cortázar. A diferencia de la novela, el cuento debe ganar al lector por knock out, por lo que el escritor debe ser ágil, inteligente, persuasivo y encantador. No debe permitirse soltar el interés del lector y El almohadón de plumas, de Horacio Quiroga ejemplifica muy bien este punto en el ensayo de Lavín.





¿Tiene usted, estimado lector, una anécdota interesante que pueda transformar en cuento? La autora advierte: la anécdota en el cuento es vital, pero debe rebasar a ésta, debe tener otras resonancias. Me encantó la comparación que hace la autora de la escritura de un cuento con el trabajo de un experto relojero: la precisión es nodal, no deben existir elementos de relleno, cada oración debe ser exacta, explotando la tensión en el lector como ese deseo de seguir leyendo el texto y no soltarlo hasta saber el final.

Se antoja en serio, estimado lector, escribir un cuento a partir de las recomendaciones del ensayo de Mónica Lavín. ¿A quién no le agradaría de tener en sus manos el poder de contar una historia con vueltas de tuerca, puntos de quiebre y finales inesperados? ¿Y cómo narrar el cuento? ¿prefiere ser testigo impasible de los acontecimientos o protagonista de los mismos? Con Borges y Emma Zunz la autora hace patente por qué este genio narrativo escribe, precisamente, como relojero suizo: nada sobra y nada falta.


¿Ha leído usted el cuento de Cary Kerner, Olaff oye tocar a Rachmaninoff? ¿qué opina de La intrusa, de Borges? ¿y qué le parece El cautivo, del mismo autor? ¿Y Continuidad de los parques, de Cortázar? No puedo dejar de recomendar El collar de Guy de Maupassant, el autor favorito de mis niñas.

Empezar por el libro de Mónica Lavín para acercarse al cuento es una buena idea. No es un manual, porque no hay recetas de cocina para escribir, pero me atrevo a opinar que debería ser texto obligado en algunos niveles de educación en México, porque más que enseñar, inspira y promueve un tipo de escritura que no es común: la que se produce exactamente después de disfrutar la lectura.

¿Usted qué opina, estimado lector?

Vía | sdpnoticias.com/

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