Para qué sirven y cómo construyes tus hábitos

21.10.11

Tu productividad depende en gran medida de tus habilidades. La habilidad es la forma en que haces algo. Y esa forma de hacer está determinada, mayoritariamente, por los hábitos relacionados que has desarrollado.


Las empresas prestan atención a las habilidades de sus empleados porque conocen la relación directa y proporcional entre habilidades y resultados. O, si enfocamos más cerca, entre hábitos y resultados.

Se suele entender por hábito la repetición de un comportamiento determinado.

Cuando afirmamos que el ser humano es un animal de hábitos, estamos reconociendo un hecho observable – la gran mayoría de nuestras acciones y comportamientos son hábitos o rutinas.

Aproximadamente el 80% de lo que haces - y cómo lo haces - cada día, son rutinas. Si la cifra te parece exagerada o te sientes sorprendido es, sólo, porque no eres suficientemente consciente de ello [...]

Evidentemente. La inconsciencia es uno de los principales atributos de los hábitos o rutinas. Hacemos las cosas de forma “automática” y eso significa un gran ahorro de energía.

¿Para qué te sirven?

Su automaticidad es su principal utilidad. Uno de los principios que gobierna el funcionamiento de nuestro cerebro es el ahorro energético. Por eso prima la creación de hábitos.

Los hábitos “viven” en tu zona de confort. Son predecibles y esperables. Si quieres hacerlos “notorios”, esfuérzate en ser consciente y observa cómo comes, procesas correo-e, gestionas reuniones, etc. No te deprimas cuando descubras que no eres tan creativo, innovador o improvisador como te imaginabas.

Gracias al automatismo o inconsciencia del hábito (físico o mental) puedes hacer o pensar otra cosa mientras ejecutas la acción o comportamiento correspondiente a ese hábito.

¿Cómo se forman tus hábitos?

Las investigaciones neurológicas ya avanzan a gran velocidad y gracias a ellas ahora sabemos que tu cerebro cambia cada día, hasta el día en que te mueras.

La neuroplasticidad (Doidge & Restak) de tu cerebro es la capacidad de modificar las conexiones neuronales existentes y crear otras nuevas. Es decir, tus vivencias, lo que experimentas hoy modifica la estructura de tu cerebro. Y esa modificación provoca que mañana funcione de forma diferente, condicionando tus vivencias. Tu cerebro cambia todos los días.

Cada acción que realizas activa determinadas neuronas (células cerebrales), que envían impulsos eléctricos a otras, liberando señales bioquímicas y promoviendo su crecimiento en número y su conectividad.

¿Cómo puedes cambiar un hábito?

Tu cerebro, por tanto, tiene la capacidad de producir conductas “nuevas”. Pero, también, tiene la “preferencia” de mantener las que ya posees, según el principio de ahorro energético. Es lo que conocemos como la “paradoja plástica” (Pascual-Leone).

Se utiliza la metáfora del esquiador que desciende una colina nevada. La primera vez que desciende crea un surco nuevo y poco profundo. Cuando repite el descenso tiende a acercarse al surco original. Después de varios descensos ya ha establecido un surco preferido, que se hace más profundo a cada descenso, y que resulta eficaz (sabes que te funciona) y eficiente (desciendes más rápido).

Tu cerebro funciona de esa forma. La primera vez creas una conexión o “circuito” neuronal nuevo y cada vez que repites esa acción lo “refuerzas”. Es como si creases surcos o autopistas neuronales. Son cómodas, seguras y rápidas.

Después de algún tiempo de circular por autopista para ir de un sitio a otro es bastante difícil tomar la decisión de abandonarla para hacer el mismo viaje, y tomar un camino vecinal que desconocemos y por el que circularemos más despacio y con mayor incomodidad e inseguridad.

¿Para qué quieres cambiar de hábito?

A lo largo de tu vida vas estableciendo hábitos y si has aceptado, o comprobado, que el 80% de lo que haces cada día son acciones y comportamientos que responden a esos hábitos, entonces puedes concluir que tu productividad, es decir, los resultados que consigues actualmente están notablemente influenciados por ellos en una cifra cercana al 80%.

Si crees que es así, parece oportuno que te hagas la siguiente pregunta: ¿son eficaces mis hábitos?

Posiblemente lo eran en el año en que fueron establecidos. Pero considerando los cambios que “el mundo” (mi familia, mi negocio, mi competencia, la tecnología…) ha experimentado desde entonces y la velocidad creciente con la que se suceden, ¿tiene sentido que me replantee la eficacia de todos y cada uno de ellos?

Tus hábitos determinan tus posibilidades de conseguir los resultados que persigues. Si quieres incrementar esa posibilidad puedes elegir “revisar” la efectividad de tus hábitos.

Analiza brevemente el “contexto” en que fueron establecidos y, a la vista del nuevo contexto, decide cuál quieres que sea tu nuevo hábito.

¿Cómo se construye el nuevo hábito?

Creo que, a estas alturas, ya lo sabes: por repetición.

Es igual de simple que difícil.

Simple es distinto de fácil. Repetir, una y otra vez, lo que has decidido es muy simple, no es complejo. No hace falta ir a Harvard.

Difícil. Como hemos visto antes, resulta difícil abandonar la autopista y escoger una vía secundaria. La autopista es adictiva. Las buenas noticias es que con cada repetición, la siguiente cuesta un poco menos.

Dependiendo del tipo de hábito, después de una docena de repeticiones ya habrás establecido un nuevo hábito más efectivo, que te permitirá conseguir “nuevos” resultados.

“No es lo que haces de vez en cuando; es lo que haces cada día lo que hace la diferencia” – Jenny Craig, experta en dietas alimenticias.

Jaime Bacás para Senderos de Productividad

http://www.senderosdeproductividad.com

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