Entrevista a Jordi Sierra i Fabra

21.7.12

La fuerza de la convicción

Es el autor español vivo que ha publicado más libros y no para. Ha ganado recientemente el X Premio de Novela Ciudad de Torrevieja con “Sombras en el tiempo” (Plaza & Janés), un homenaje a la inmigración murciana en Barcelona durante los tiempos de la posguerra.

Texto FRANCISCO LUIS DEL PINO OLMEDO foto MARTA CALVO

Desde niño, Jordi Sierra i Fabra (Barcelona 1947) supo que sería escritor y nunca lo dudó. Superó una tartamudez que le costó palizas en el colegio y luchó contra los agoreros presagios paternos sobre su futuro literario. Primero, ganó renombre como periodista y crítico musical. Después, se lanzó completamente a la literatura sin freno ni descanso, como demuestran sus cerca de cuatrocientos títulos publicados. Entre los numerosos premios literarios recibidos cuenta con el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil de España. Su talante solidario le ha llevado a crear dos fundaciones en Barcelona y Medellín (Colombia) para impulsar la lectura y ayudar a jóvenes escritores en sus comienzos.

La canción póstuma

En el pequeño despacho de su casa en la zona alta de Barcelona, dos hileras de fotografías enmarcadas en una de las paredes muestran a un joven melenudo en compañía de lo más granado de la música rock y pop de los años 1960 y 1970. Es la otra vertiente de Jordi Sierra i Fabra, uno de los críticos musicales más valorados en la época, cuando escribía en revistas del gremio -fue durante ocho años director de Disco Exprés- y se codeaba con grandes estrellas como John Mayall, Freddie Mercury, Supertramp o Frank Zappa y Julio Iglesias. El escritor sonríe al preguntarle por sus ídolos de entonces y, con esa franqueza contagiosa que aproxima y hace cómplice, cuenta: “John Mayall era para mí un dios. Cuando me casé con Antonia fuimos de luna de miel a Andorra en autocar, contábamos sólo con las 15.000 pesetas del sueldo de un mes y compré toda la discografía de John Mayall. Nos pasamos la semana robando comida en los almacenes. ¡En mi vida hemos vuelto a robar nada!”, asegura. Su amor por la música está presente en los centenares de elepés perfectamente conservados y ordenados en varios muebles. Una de las peculiaridades de su rapidez escribiendo tiene mucho que ver con la pulcritud y el orden: “El orden mental y físico”, añade. Repasando viejas canciones confiesa que su preferida es Like a Rolling Stone de Bob Dylan. “Quiero que cuando muera suene esa canción”, dice sin pizca de dramatismo, con ese entusiasmo contagioso que, como su obra, es un volcán en permanente erupción.

Música y letra

Tendría 8 o 9 años cuando oyó por primera vez en la radio La consagración de la primavera de Igor Stravinski, “y todavía lloro cuando la oigo”, reconoce. “Yo era un niño raro que oía óperas por la radio, y me imaginaba películas”, comenta divertido. Pero su gran descubrimiento ocurrió mientras practicaba en un salón recreativo su afición favorita, el billar. “De repente oí Twist and Shout de los Beatles, dejé el taco y me acerqué a la sinfonola para descubrir quién era el grupo y el nombre de la canción. Y ahí empezó todo, me cambió la vida. Me metí en la música pop y dejé la clásica”. El resultado de ese bautismo sonoro está presente en las ochenta obras sobre historia de la música y biografías musicales que el escritor ha publicado, entre las que destacan títulos como Historia de la música Pop, dedicado precisamente a Stravinski, y Los grandes del rock.

Si sus comienzos musicales fueron importantes, sus lecturas iniciáticas le despertaron una vocación y hasta le marcaron un estilo. Como no tenía dinero para comprarse libros y ni en su barrio ni en el colegio había una biblioteca, Jordi Sierra i Fabra, de chaval, alquilaba novelitas del Oeste y policiacas de Silver Kane (Francisco González Ledesma), al que reconoce como su primer maestro, y otros autores en una librería de segunda mano. “El alquiler costaba dos reales -rememora-, y los vecinos de la escalera me guardaban los periódicos del día y pan seco que yo vendía a un trapero por esa cantidad pactada, y así podía leerme una novela al día”. Leía también los comics de Flash Gordon y, sobre todo, Rip Kirby. “Tarzán -aclara- fue quien me marcó el estilo con sus cortes en mitad de la acción creando suspense”. Pero los libros que le impactaron fueron El filo de la navaja de W. Somerset Maugham y El Manantial de Ayn Rand, “porque eran esos los personajes que yo quería ser”.

“No podrán conmigo”

A los 12 años ya escribía novelas, cuyos originales guarda con mimo. Algunas han ido apareciendo a retazos en su numerosa obra infantil y para otras, como Diario de un perro, voluminosa obra de quinientas páginas, espera pacientemente quien la quiera publicar respetando íntegramente el texto. Todas tienen en común que están escritas con la misma letra menuda en cuadernillos muy similares a los que emplea siempre el prolífico autor para escribir sus guiones. Pero aquellos primeros años hasta la adolescencia fueron duros para el escritor; tartamudeaba, tenía complejo de feo y un padre que le pintaba un porvenir más bien sombrío. “Me decía que nunca podría trabajar de cara al público. Y me machacaba con un futuro negro y amargo”, explica sin rencor. Un día, desesperado, se puso frente al espejo y se prometió que nadie iba a poder con él, y cumplió. “Me propuse ser locutor de radio y lo fui durante cuatro años”.

Sierra i Fabra destaca, con esa cálida espontaneidad que cala hondo, lo importante que es reírse de uno mismo y perseverar. “Nunca he tenido ninguna duda de que sería lo que quisiera. Estudié para aparejador pero sabía que no acabaría, lo dejé en tercero de carrera. Y me metí en la música como un camino para llegar a convertirme en escritor”. Su padre murió poco antes de que ganara su primer premio literario; por eso, quizá, cada galardón que añade a su ya larga lista se lo dedica a él. Incluso le ha brindado una breve aparición en Siete días de julio, novela de la trilogía que protagoniza el viejo exinspector republicano Miquel Mascarell.

Viajar y escribir

Durante tres meses y medio al año se refugia en su casa de Vallirana, situada en una montaña, para escribir con tranquilidad. Y a lo largo de dos semanas en enero y dos en mayo se va a diferentes islas para trabajar en soledad. Pero Sierra i Fabra también es un viajero impenitente y curioso que ha escapado de peligros naturales y accidentes aéreos, incluso de un acto de terrorismo en Colombo (Sri Lanka), por los pelos. Aunque se confiesa hombre de sangre fría y los trata de anécdotas para sus memorias.

Este año toca el Caribe colombiano para su retiro creativo cuando acabe la promoción de Sombras en el tiempo, su novela ganadora del X Premio Torrevieja. Un homenaje, a través de una familia de inmigrantes murcianos que se instala en la Barcelona de 1949, a la de su mujer y a los obreros de la construcción que el trató a centenares cuando trabajaba en la oficina de una constructora. “Sí, puede que sea de los libros más personales que he escrito nunca”, reconoce.

El escritor se siente muy satisfecho de la evolución que están experimentando sus dos fundaciones, la de Barcelona y la de Medellín; esta última recibió hace cuatro años el Premio IBBY-Asahi (Internacional Board on Books for Young People) de promoción de la lectura. “Actualmente hay treinta chicos y chicas de mi fundación navegando por ríos y subiendo montañas en burros para llevar bibliotecas básicas, que financia el banco de Colombia, a lugares alejados que carecen de ellas”

Vía | que-leer.com

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