Escribo como quiero y publico cuando puedo

24.11.12

Fernando del Paso afirma que la soledad y el aislamiento son las mejores armas con las que puede contar un escritor. Y el narrador J. M. Servín cree que un escritor no necesita tener amigos escritores ni ser sociable. Estar alejado le hace bien. Para el autor de Cuartos para gente sola, un escritor sólo necesita escribir, vivir y leer. Simpatiza con lo que dice Cormac McCarthy “comida y zapatos” o William Faulkner “whisky, tabaco y papel”.

A sus 50 años de edad, J. M. Servín cuenta con una obra literaria notable y consistente. Y su más reciente libro Del duro oficio de vivir, beber y escribir desde el caos (Cal y arena, 2012) es oportuno no sólo para conocer el testimonio de su experiencia de vida estimulada por escritores y músicos, sino también porque abre una ventana de discusión distinta sobre estos dos grandes temas de la vida cultural.

En esta autobiografía donde fusiona el ensayo, la crónica periodística y la ficción, reivindica el feísmo como estética y el desacato a las reglas tradicionales de hacer literatura. Desde la primera página es implacable: “los escritores suelen ser cautelosos, cuando no mezquinos si se trata de revelar sus gustos literarios y formativos, pareciera que suben por su propio pie a un cadalso donde un verdugo les cortará la cabeza ante el alarido de estupor morboso de la crítica y los lectores acuciosos”.

Las primeras versiones de estos textos y perfiles aparecieron durante la última década en publicaciones periodísticas-literarias como el suplemento El Ángel, de Reforma; Letras Libres; Nexos; Ovaciones en la Cultura; revista Generación, Día Siete, entre otras. El libro se divide en dos grandes capítulos que reflejan momentos específicos y críticos de la vida del escritor.

En “Símbolos mundanos en vivo y en directo” hace un flash back al mítico concierto de los Ramones en el ex Balneario Olímpico de la Pantitlán, un viaje gozoso al infierno. Su visita a Tijuana dos días después del 11 de septiembre. Una crónica crítica del festival Lollapalooza 1994, al que acudió cuando trabajaba como cocinero en Greenwich, Connecticut. También analiza el poder musical y discursivo del grupo francés Le Peuple de L’Herbe y la importancia del legado cultural negro. Cierra con Valentín Elizalde, donde la tragedia y el misterio envuelven a este personaje que ya es un mito popular.

En la segunda parte “Los tipos duros sí escriben” rinde un homenaje a varios autores que lo animaron a escribir o que son un referente en su obra literaria.

J. M. Servín apenas terminó la secundaría y para él nombres como Céline, Jack London, James Ellroy, Ralph Ellison, Ring Lardner, Bukowski, Robert Beck, Hunter S. Thompson son una especie de guía ética y estética: escribir desde la periferia, la ironía y la rabia.


-El título es más que elocuente, ¿es una invitación al lector para conocer al personaje-autor?

Sin duda. El libro es como una autobiografía literaria. Y tiene que ver con mi afinidad o con mis modelos de vida como autor. No es una apología de la bebida, sino remarcar que el alcohol, la nocturnidad o la narcosis pueden ser determinantes para crear una obra literaria completa, con un discurso propio y perspectiva original. Pero también cómo, a pesar de todo, puedes construir una obra personal. No es decir “el que es borracho puede escribir”. Es que a pesar de eso puedes hacerlo. El título sí tiene que ver con un modelo de identificación biográfica, modelos de lectura, escritores específicos; pero también es abrir una ventana a todo este mito acerca de las adicciones, de la bebida, de las drogas, como estas experiencias románticas donde pareciera ser que por el mero hecho de beber tú puedes ser un artista y no es verdad.

-El libro comienza con una crónica del concierto de The Ramones en la Pantitlán, ¿por qué consideras que fue una de los días más descabellados que recuerdas?

Es la única experiencia musical trascendente en México. Durante mucho tiempo lo fue hasta que en Irlanda tuve oportunidad de ir a un concierto de Ian Dury and the Blockheads, ícono del punk inglés. Los Ramones sigue siendo uno de los grupos más importantes y que más buenos momentos me han dejado en la vida. Con el paso de los años sigo dimensionando ese toquín y me parece que es de los sucesos culturales y sociales más importantes que ha tenido esta ciudad, quizás de los más relevantes en toda su historia.

-Pero después te vas a lo macro, al festival Lollapalooza 1994…

Fíjate que es la contraparte. Porque cuando ocurrió ese evento de los Ramones tenía un sentido contestatario, de protesta política, social, significaba la periferia en un sentido literal. No recuerdo que haya ido ningún chavo de clase media con su playera del grupo, festejando como hoy se festeja en los festivales masivos. Era un acto que tenía mucho de transgresión, que se requería mucho valor, mucha adrenalina y sobre todo una fe ciega en aquello que vas a ver para no quedar defraudado. Lo que cuento en Lollapalooza es que fue un parteaguas como entretenimiento y una posibilidad más de consumo para reforzar todo un estilo de vida. Ahora cualquiera puede ir a un concierto de rock, pagar su boleto, divertirse, tomarse una cerveza y largarse. En el tiempo de los Ramones (1992) ni siquiera podías beber cerveza, lo que bebí y lo que me metí fue completamente a escondidas. Tú ya tenías que llegar puesto al lugar
-¿Por qué no incluiste a escritores o músicos mexicanos? No faltara alguien que te diga “malinchista”…

Es un libro, sobre todo en el aspecto de la música, que fue concebido y que está partiendo de momentos muy específicos de mi vida. Yo hice crónica musical en mis inicios como escritor y tuve experiencias directas e incluso con cierta amistad con algunos rockeros que despuntaban como figuras. Lo que me llamaba la atención es que eran la antítesis de la transgresión, la irreverencia, lo único que les preocupaba era ser famosos. Recuerdo y sostengo que la gran mayoría tiene un profundo desdén por el pensamiento y las letras. Tan es así que en los tiempos que vive México no se manifiestan a nivel político, por ejemplo. Si tú me dices ahorita un caso de un grupo de rock o solista rockero que tenga una conciencia política definida, que tenga opiniones y posiciones públicas en temas puntuales como la despenalización de las drogas, yo lo respeto, pero no es así. Todo mundo quiere salir en MTV, ser famoso y ganar dinero. Para mí la transgresión y las manifestaciones más convulsivas del arte o de las letras tienen que partir de la provocación, exponerte públicamente como un ser total. Si no hay provocación, no hay pensamiento.


-Pasando al capítulo de los escritores, ¿cómo descubriste la obra de Louis-Ferdinand Céline? Sin duda, es el texto más conmovedor: visitaste su tumba el día de su cumpleaños…

El único libro que había leído era Viaje al fin de la noche. Pero lo había leído en una edición muy antigua de Cátedra. Una referencia anterior fue a través de Henry Miller, quien le envió Trópico de cáncer para su opinión y Céline lo mandó a la mierda, ni lo leyó. Llegué a vivir en Francia por varias circunstancias y el poco francés que aprendí fue leyéndolo en voz alta. Después se me hizo como una especie de obligación moral irlo a buscar a su tumba y aprender a leerlo y a releerlo en español y francés. Considero que es uno de los escritores más importantes que ha dado el siglo XX. Es el padre moderno de la contracultura de las letras. Porque si revisas la obra de Kerouac, Miller, Bukowski está profundamente influenciada por Céline. Un libro que me encanta se llama Muerte a crédito, que es menos popular pero es una obra maestra de una autobiografía apócrifa, de picaresca, de transgresión, de los bajos fondos urbanos, de sobrevivencia, para vernos la cara unos a otros o establecer vínculos sociales a partir de la derrota.



-¿Existe algún ejemplo o simil del escritor francés con un autor mexicano? Temas, acercamiento estético…

Que yo conozca, no. Ni siquiera con sus alcances, ni con esta postura tan declarada no sólo por crear un lenguaje y transgredirlo en términos formales, sino de hablar desde abajo con esos elementos desgarradores y tan humanos al mismo tiempo. Tienes el caso de Juan Vicente Melo que él lo conoció, pero francamente me parece no sólo cansado leerlo sino que no veo en su literatura la influencia de Céline. La podría tener más Ibargüengoitia que era un lector del francés.

-Me parece increíble que su gato Bébert se convirtiera en el único ser en que confiaba junto con Lucette, su esposa…

Céline abogaba por la pobreza digna. En el fondo era un moralista profundo.

Él precisamente hablaba de los bajos fondos porque también tenía un concepto muy radical, irreconciliable, con todo lo que tuviera que ver con el libertinaje, lo veía como uno de los males del pueblo mismo. Tenía una imagen del moralista, estaba en contra de los mestizajes y fue polémico por su antisemitismo.

-¿Hay alguna razón por la que Bukowski sea más popular que Céline en México?

Bueno es que Bukowski es un ícono popular identificado con la borrachera. Y aquí tienes que tomar en cuenta que la contracultura en México es sumamente ignorante y autocomplaciente. Creo que lo peor que le pudo haber pasado a Bukowski es que lo hubieran leído un grupo de muchachos que creían que emborrachándose se podían convertir en un Bukowski, y él es mucho más que eso. Para empezar era un escritor disciplinado, un gran lector y además hay libros de ensayos que dejan ver la otra cara de este hombre que tenía un pensamiento profundo y obsesiones muy claras. Aquí el joven que quiere ser escritor o que se identifica con estos ambientes de los bajos fondos, le parece muy sencillo emborracharse y regresar a su casa a escribir un poema. Eso es completamente falso y es lo que trato de plantear en ese ensayo sobre él. Para ser un escritor necesitas ser muy fuerte, no puedes ser un borrachito y tampoco puedes tomar la vida a la ligera como parece ser que la toman los lectores de Bukowski.

Vía | animalpolitico.com

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