'Me lancé a escribir porque era lo único de lo que podía presumir'

28.8.13

Antes de dedicarse por entero a escribir se dedicó a la música. Fue cronista de rock en los 70, cuando grupos como Led Zeppelin o los Beatles brillaban y su apogeo hacía delirar a los adolescentes del mundo entero. Vivió y bebió de esa década galáctica con tan sólo 23 años. Hacía lo que le gustaba conociendo y dando a conocer la vida de estrellas británicas o americanas como Bob Dylan o Bruce Springsteen.


El gusto por la música le acercó el recuerdo del placer que sentía al leer y escribir con ocho años de edad. El aburrimiento de reposar en una camilla de hospital le abrió los ojos y la imaginación, y se arrancó a escribir tres páginas: el principio de una retahíla de novelas escritas de forma espontánea y natural. Así lo califica Jordi Sierra i Fabra, de 66 años, autor de cerca de 400 obras.

Era un niño acomplejado por su tartamudez, la soledad que sentía al ser hijo único y la contrariedad de tener a todo un entorno en contra de su mayor ilusión, la de escribir. Este don parecía, como con la música, minar su disfluencia en el habla. El ritmo y la actividad de su pensamiento con el papel no era pausado, era y es rápido, veraz. I Fabra ni corrige sus novelas ni las revisa, está seguro de lo que plasma por escrito. Es el ritmo del placer y de la autoestima.

Combina su pasión por la escritura con el rock. Mientras redacta se inspira escuchando a los grandes de la música. I Fabra no tiene estudios, sólo los que le aporta la cantidad de libros que ha leído y en los que se basa, en ocasiones, para crear.

De la complejidad a la autoestima y de esta a la competitividad por demostrarle a su padre su habilidad con la escritura. El segundo puesto en un concurso de literatura se le subió a la cabeza, pero el "no has ganado" de su padre le hizo darse de bruces contra la cruda realidad de la soberbia. I Fabra guardaba rencor. La incredulidad al enterarse de la muerte de su padre, probablemente, fuese menor que la del médico al escuchar como reacción; "me cago en la puta, ahora voy a ganar en Bilbao". Con 28 años vio claro que "debía de pagar el precio". Dos semanas después ganó su primer premio de literatura.

No se queda corto en publicar novelas, pero se ve en la necesidad de seleccionar los "éxtasis mentales" que le asaltan. "Mi cabeza es como un sembrado en el que caen semillas cada día". De todo saca una historia o ideas que hila con el fin de construir, "dame un periódico y te saco tres novelas"» dice mientras obtiene un recorte del periódico catalán 'Avui'. Este, sobre su novela juvenil que ahora está trasladando David Menkes al cine 'Un poco de abril, algo de mayo, todo septiembre'.

La fantasía de leer es algo de lo que nunca se arrepentirá, ni siquiera de los libros que no aportan gran cosa, "leer agiliza la mente". Cada uno se forma conforme a su etapa de vida, "leer comics de El Capitán Trueno, o Superman no era malo". Aprende de los libros llenos de críticas negativas para saber distinguir lo bueno de lo malo.

Ser un autor en las aulas de los colegios e institutos es algo de lo que se siente orgulloso. Competir con Cervantes, Quevedo o Galdós no le da miedo porque sigue existiendo, le pueden conocer y está abierto a todo aquel que tenga interés en charlar con él. No teme ser una lectura obligada desde hace años, pero reconoce haber recibido críticas, "me decían si era primo de Jordi Puyol. Si era un enchufado de la Generalitat". Él solo puede mediar en las dos fundaciones que creó en 2004 en Barcelona y Medellín (Colombia), si por él fuese daría a elegir entre 5 libros para que el alumno tuviese un mínimo de inquietud y libertad.

La visión, como romántico y clásico, que tiene sobre los nuevos soportes de las novelas no es agresiva, respeta el progreso, pero el concepto de libro, con su portada y sus páginas no se lo quita nadie.

Sin embargo, el ganador de literatura infantil y juvenil en el año 2007 por 'Kafka y la muñeca viajera', reconoce haber sido clasificado por las editoriales. Comenzó escribiendo sin intención de convertir su obra en una novela para jóvenes. 'El cazador', que se publicó en 1978, fue uno de los ejemplos que le arrastró al mundo juvenil. Parecía escribir tal cual es, con el espíritu joven que le brindó su trabajo como cronista musical. "Nunca pienso en quién va a leerme, escribo para mí mismo, egoístamente". No tiene intención de venderse, pero los protagonistas de sus novelas hacen que se acerque a lo demandado. Protagonistas de perfil joven, con problemas y sentimientos.

Pese a ser amante del rock, no fuma ni bebe, rompe con los estereotipos de la clásica persona rockanrolera. Como mucho, le delata el pin de la guitarra eléctrica que lleva colgado de la camisa. Presume de ser disciplinado y tener sus horarios. A falta de estudios, se apoya en su "código ético", que predica en cada una de sus charlas ante jóvenes escritores. El aceptarse como uno es, quitarse de la cabeza querer ser lo que uno no puede llegar a ser. "Cuando uno se acepta como es, escribe como quiere y siente", asegura. Buscar la paz, que considera importante tras haber sufrido el acoso escolar por su tartamudez, el amor, factor que todo romántico como él confiesa ser , el respeto que ha de ganarse uno mismo, la honradez y la esperanza que le da el de escribir un día más cuando se levanta de la cama.

En su infancia no se apoyaba en nada, se veía feo, era tartamudo, hijo único y sin dinero, pero de lo malo se extrae lo bueno. Empezó a pensar en lo bueno, en el don de inventar y saber plasmar, "lo bueno siempre supera a lo malo". Ni buscó beneficios que le ayudasen a escalar ni se peleó con nadie. Persiguió lo que quería y lo consiguió. Lucha y no quiere mediar en el mundo cinematográfico, idea que podría permitirse.

Nunca corrige, "la perfección no existe, la intuición si". Entonces cita la frase del escritor Ray Bradbury, aquél que llevó la ciencia ficción a la literatura moderna, "en la rapidez está la sinceridad, la verdad".

¿Qué te pareció este artículo? Coméntanos en FACEBOOK

Vía | elmundo.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario