Escribir una página

4.9.13

Por Alfredo Conde

DECÍA Jorge Luis Borges que corregir una página es fácil, pero escribirla, ¡ah, amigo!, eso, eso es lo difícil. Acabo de leerlo en una especie de opúsculo que recoge sentencias de este tipo, todas alrededor de la escritura y los escritores, esa especie que, en los últimos años, estuvo en serio peligro de proliferación exponencial. Un fenómeno equiparable al de las redes sociales esas de la Internet que cada día nos desinforman más y mejor, nos desnudan mejor y más, dejándonos a los pies de los apocalípticos caballos que galopan desde siempre anunciando el fin del mundo.


Cada vez había más escritores, cada vez se editaban más libros y cada vez todo estaba más por los suelos. Cualquier presentador de telediarios, cualquier animador de bajos instintos (conste que muchos, muchos no se conocen altos) o cualquier celebridad ocasional aprovechaba para deleitarnos con su prosa relatándonos su asendereada vida con una fruición que poco o nada tenía que ver con lo que, hasta hace unos pocos años, se consideraba el arte de escribir. ¿Quieren ejemplos? Recuerden los nombres de ilustres literatas como Ana Rosa Quintana, de eximias dramaturgas como Ana Obregón y déjenme que piense en un conspicuo memorialista para que no se le ocurra a nadie mentarme a la autora de mis días. ¿Cuál? Disculpen, pero no se me ocurre ninguno. Les propongo que piensen en Paquirrín y se vayan haciendo así una idea.

A Stephen Vizinczey, acostumbrado que está a descansar "en brazos de la mujer madura", le parece evidente que si los editores de todos los países acordasen no publicar más de un centenar de novelas al año, tanto los libros como la crítica literaria serían del nivel más elevado y se perderían menos libros buenos. No sé si darle la razón. Sigo creyendo que se editan más de cien libros importantes cada año, al tiempo que no dudo en que se queden otros tantos sin ver nunca la luz pública. Como pueden observar es fácil corregir el pensamiento ajeno y difícil expresar el propio, tal y como señalaba Borges.

El caso es que hoy es uno de esos días en el que, este su gacetillero local que yo soy, no es capaz de escribir nada coherente. No crean que se trata de esa algo ambigua depresión post vacacional que a partir de ahora hará su aparición en mil y un individuos ignorantes o ajenos a ese actual prodigio que es el poder disponer de vacaciones, disfrutar de un trabajo y cobrar a fin de mes, mes tras mes, por ello. Es simplemente que no se me ocurre nada. Ni siquiera glosar la conseja de Umberto Eco: todo escritor debe buscar siempre la ruina de su editor. Hecha no sé si a partir de la afirmación formulada por Heinrich Heine de que ningún autor es un genio para su editor. Les aseguro que saberlo da una rabia… capaz de inspirarnos cualquier cosa. Y aquí llegado corríjanme aquellos que lo deseen.

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Vía | elcorreogallego.es

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