No soporto a la mujer que vive al lado, es de lo más tosca que he visto en la vida. No habla: grita. Les importa poco que sus vecinos las oigan exaltarse, gritar, insultar. En general, no soporto a la gente vulgar. Pero ¿qué es ser vulgar? El diccionario dice: “Aborregado, mediocre, ordinario, regular, maleducado, soez, burdo, chabacano, grosero, obsceno, rústico, zafio, cerril, irreverente, procaz, etc.".
Para mí, ser vulgar es ser corriente, sin modales ni educación. Lo opuesto a ser vulgar es ser refinado. Las personas refinadas son más tratables y además son más aseadas. Creo que la vulgaridad —lo corriente—, tiene que ver más con ser ignorante. Noto la diferencia cuando viajo en bus. Las personas que van en primera clase (buscama, dorado, ejecutivo, etc.) son por lo general de buen trato, de buen hablar y vestir. Por el contrario, las personas que viajan en servicio económico son irrespetuosas, incultas y para variar, desaliñadas.
Ahora, ¿cómo remediar esto? Es decir, ¿cómo convertir a las personas corrientes en finas? Es una tarea poco menos que imposible. En todo caso, no cambiarán de la noche a la mañana. Se requerirán siglos quizás. Pero su educación debe ser una tarea deliberada, y así, tal vez, algún día, nuestra nación sea una de gentes con las cuales dé gusto convivir.
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